lunes, 22 de noviembre de 2010

Guerra de Secesión

Guerra de Secesión

La Guerra de Secesión o Guerra Civil Estadounidense (American Civil War) fue un conflicto significativo en la historia de los Estados Unidos de América, que tuvo lugar entre los años 1861 y 1865.

Los dos bandos enfrentados fueron las fuerzas de los estados del Norte (la Unión) contra los recién formados Estados Confederados de América, integrados por once estados del Sur que proclamaron su independencia.

Abraham Lincoln perdió una contienda senatorial en la que exigía un alto en la expansión de la esclavitud, pero en 1860 él y Douglas volvieron a enfrentarse: esta vez como los candidatos presidenciales Republicano y Demócrata. Para entonces la tensión entre el Norte y el Sur era extrema. En 1859, John Brown, un partidario del abolicionismo, había tratado de iniciar una rebelión de esclavos en Virginia atacando un depósito de municiones del ejército. Brown fue rápidamente capturado, juzgado y sentenciado a la horca. Tras su ejecución muchos habitantes del Norte lo aclamaron como mártir. Sin embargo, los blancos del Sur se convencieron de que el Norte no estaba dispuesto a mantener las libertades estatales dentro de la confederación de estados que constituían entonces los Estados Unidos de América.

Douglas conminó a los Demócratas Sureños a permanecer en la Unión, pero éstos por su parte nombraron su propio candidato presidencial (John C. Breckinridge) y amenazaron con separarse si los Republicanos resultaban victoriosos; había también otro candidato sureño que se oponía a Lincoln, John C. Bell. La mayoría en los estados Sureños y fronterizos votaron contra Lincoln, pero el Norte lo apoyó y ganó las elecciones.

En marzo de 1861, cuando Lincoln tomó posesión de su cargo, Carolina del Sur, Misisipi, Florida, Alabama, Georgia, Luisiana y Texas se constituyeron en los Estados Confederados de América con Jefferson Davis como presidente, proclamando su secesión de la Unión, acto que Lincoln declaró ilegal en su discurso inaugural.

El primer acto de guerra fue el asalto confederado a la guarnición de Fort Sumter el 12 de abril de 1861. La represión del ejército al recuperar Fort Sumter, hizo que a los estados confederados se les unieran Virginia, Arkansas, Tennessee y Carolina del Norte. De este modo comenzó la guerra civil entre los Estados Confederados del Sur y los Estados del Norte, que acabaría con la victoria de estos últimos en 1865.

En el trasfondo, era una lucha entre dos tipos de economías, una industrial-abolicionista (Norte) y otra agraria-esclavista (Sur), las cuales eran totalmente diferentes. Los Sureños declararon que no peleaban sólo por la esclavitud. Después de todo, la mayoría de los soldados confederados eran demasiado pobres para poseer esclavos. El Sur estaba empeñado en una guerra de independencia que mantuviera las relaciones entre el Norte y el Sur. Los confederados generalmente tuvieron la ventaja de pelear en su propio territorio, y su moral era excelente. Tenían magníficos soldados, pero eran mucho menores en número que las fuerzas de la Unión del Norte. Al finalizar la guerra, algunos de los integrantes de dichas partidas fueron perseguidos como forajidos por las tropelías cometidas durante la contienda.

Para librar la guerra, el Sur se financió con la exportación de algodón que embarcaba hacia Europa y el Norte, con la emisión de un nuevo papel moneda, tras rechazar Lincoln un préstamo de 5.000.000$ al 12% de interés ofrecido por Moses Taylor. Ambas partes suspendieron algunas libertades civiles, imprimieron montañas de papel moneda y recurrieron al reclutamiento forzoso.

La prioridad de Lincoln fue mantener a Estados Unidos como un solo país. Tras las pérdidas iniciales de las primeras batallas, tuvo que reconocer que el desarrollo de la guerra, sólo podía cambiarlo haciendo de la guerra una batalla contra la esclavitud y así podría obtener apoyo para la Unión tanto en el interior como en el exterior. Consecuentemente, el 11 de enero de 1863, segundo año de guerra, dio a conocer la Proclama de Emancipación, que otorgaba libertad a todos los esclavos en áreas aún controladas por la Confederación.
 
El ejército Sureño obtuvo importantes victorias en la primera etapa de la guerra, pero en el año 1863 su comandante, el General Robert E. Lee, se dirigió hacia Pensilvania. En Gettysburg se encontró con un ejército de la Unión, y así dio comienzo la batalla de mayor magnitud jamás librada en suelo estadounidense. Después de tres días de lucha desesperada, los Confederados fueron derrotados. La marina de la Unión rápidamente impuso un bloqueo que creó grave escasez de material bélico y bienes de consumo en la confederación. Al mismo tiempo, en el río Misisipi, el General de la Unión, Ulysses S. Grant, tomó la importante ciudad de Vicksburg. Las fuerzas de la Unión controlaban ahora todo el valle del Misisipi, dividiendo en dos a la Confederación y ahogando su salida al mar.

En 1864, un ejército de la Unión al mando del General William Tecumseh Sherman atravesó Georgia destruyendo el campo. Mientras tanto, el general Grant se batía implacablemente con las fuerzas de Lee en Virginia. El 2 de abril de 1865, Lee se vio forzado a abandonar Richmond, la capital de la Confederación. Una semana después se rindió y todas las demás fuerzas confederadas se rindieron poco después. El 14 de abril de 1865 Lincoln fue asesinado por el actor John Wilkes Booth. El 12 de mayo de 1865, la Unión atacaba el Rancho Palmito en el condado de Cameron, en la frontera de México, donde permanecían todavía fuerzas confederadas.

La coexistencia de los estados esclavistas con los norteños antiesclavistas facilitaron el camino hacia la guerra. Lincoln no propuso leyes federales contra la esclavitud pero, en un discurso de 1858, expresó su deseo de detener la expansión de la esclavitud y sustituirla por la idea de que ésta estaba en el camino de la extinción final. Gran parte de la batalla política en la década de 1850 se enfocó en la expansión de la esclavitud en los territorios recién creados. Todas las nuevas zonas iban a convertirse en territorios libres, lo que aumentó el movimiento secesionista del Sur. Tanto el Norte como el Sur asumieron que si la esclavitud no se podía expandir, acabaría por eliminarse por completo.

Los miedos sureños de perder el control del gobierno federal frente a las fuerzas antiesclavistas, y los miedos norteños de que los esclavistas controlasen el gobierno, provocaron la crisis a principios de los años 50 del siglo XIX. Los desacuerdos sobre la moralidad de esclavizar a una persona, el avance de la democracia y las diferencias económicas entre el trabajo libre y las plantaciones esclavistas llevaron a los partidos existentes en ese momento, el de los Whigs y el de los «Know Nothing», a derrumbarse. Surgieron otros nuevos, como el Free Soil Party, el Republican Party y el Constitutional Union. En 1860, el último partido nacional, el Democratic Party se dividió debido a las disputas entre abolicionistas y esclavistas.

Tanto el Norte como el Sur se encontraban influidos por las ideas de Thomas Jefferson. Los sureños enfatizaban las palabras de Jefferson sobre los derechos de los estados para defender la esclavitud. Los norteños, desde el abolicionista William Lloyd Garrison hasta el moderado líder republicano Abraham Lincoln se centraron en la declaración de Jefferson de que todos los hombres eran creados iguales. Lincoln mencionó esta proposición en su discurso de Gettysburg.

El vicepresidente confederado Alexander Stephens dijo que la esclavitud era «la piedra angular de la Confederación» tras la secesión del Sur. Tras la derrota de los estados sureños, Stephens cambió su discurso y dijo que la guerra no era sobre esclavitud sino sobre los derechos de los estados y se convirtió en uno de los más ardientes defensores de la Causa Perdida. El presidente confederado, Jefferson Davis, también hizo la misma afirmación aunque también hay que destacar que, en algunas ocasiones, los papeles se invirtieron, como cuando se redactó la «Ley de Esclavos Fugitivos» de 1850; en ese caso fueron los norteños quienes pedían que se defendiese sus derechos estatales.

Reconstrucción (Estados Unidos)

La Reconstrucción o Era de reconstrución, fue el intento de reconstrucción de 1863 a 1877 en la historia de Estados Unidos para resolver las cuestiones de la Guerra Civil, después de que los Estados Confederados de América fueron derrotados y la esclavitud terminó. Reconstrucción cómo abordar el sur de los estados secesionistas que regresar a La Unión, el estado civil de los dirigentes de la Confederación, y la Constitución y la condición jurídica del los libertos negros. La violencia estalló la controversia sobre la manera de abordar esas cuestiones. A fines del decenio de 1870 la Reconstrucción no había igualmente integrar la Freedmen en el jurídico, político, económico y social. "Reconstrucción" es también el nombre común de toda la historia de la era de 1865 a 1877.

La Reconstrucción llegó en tres fases:

Reconstrucción Presidencial: (1863–1866) estaba controlada por los presidentes Abraham Lincoln y Andrew Johnson, con el objetivo de la rápida reunificación del país. Sus programas se oponían moderada por el Partido Republicano, una facción política que obtuvo el poder tras las elecciones de 1866 en el Congreso.

Reconstrucción del Congreso: (1866–1873) hizo hincapié en los derechos civiles y los derechos de voto de la Freedmen. El apoyo de la Ley de Personal de la Reconstrucción de 1867, produjo que en 1868 los nuevos gobiernos de los estados ascendieran al poder en la antigua Confederación, que se basaba en una coalición de republicanos freedmen, carpetbagger y scalawag. Los historiadores, se refieren a este período como la Reconstrucción Radical.

 Redención: (1873–1877), cuando los blanco del sur (se llamaban a sí mismos "Redeemers") derrotaron a los republicanos y se apoderaron del control de cada estado meridional, que marca el final de la Reconstrucción. En 1877, el Presidente Rutherford Hayes retiró las tropas federales, provocando el colapso de los otros tres republicanos de los gobiernos estatales.

El Republicano Charles Sumner sostuvo que la estadidad había destruido la secesión, sino la Constitución todavía extendido su autoridad y su protección en las personas, como en los territorios. Thaddeus Stevens y sus seguidores vistos como la secesión de los estados después de haberlo abandonado en un estado como territorio recién conquistado.

Guerra Hispano-Estadounidense

La Guerra Hispano-Estadounidense se desató entre España y los Estados Unidos de América en 1898, durante la infancia del rey Alfonso XIII, cuando ejercía la regencia la reina María Cristina de Habsburgo-Lorena, viuda del rey Alfonso XII, siendo presidente del gobierno español Práxedes Mateo Sagasta y presidente de Estados Unidos, William McKinley.

Este conflicto es generalmente denominado en España el desastre del 98, o Guerra de Cuba y, en Cuba, Guerra Hispano-Cubano-Norteamericana. Es incorrectamente llamado también Guerra Hispano-Americana por influencia de la manera en que se lo conoce en Estados Unidos, Spanish-American War.

Sus principales resultados fueron la independencia de Cuba y la pérdida, por parte de España, del resto de sus colonias en América y Asia (Puerto Rico, Filipinas y Guam), cedidas a Estados Unidos, que se convertiría en potencia colonial.

Tras la expansión e invasión de los Estados Unidos en los antiguos territorios de México durante la primera mitad del siglo XIX, las grandes potencias mundiales se disputaban a finales de ese siglo las colonias por razones de economía. Un país era más poderoso en tanto su influencia y moneda se hacían sentir en más territorios y colonias.

Por otro lado, las boyantes economías experimentaron en el último tercio del siglo una crisis de crecimiento al quedar inundados los mercados internos. Se imponía la necesidad de abrir nuevas rutas comerciales e incorporar nuevos territorios que absorbiesen la producción industrial y produjesen materias primas a las nuevas industrias.

Así, en la Conferencia de Berlín de 1884 las potencias europeas decidieron repartirse sus áreas de expansión en el continente africano, con el fin de no llegar a la guerra entre ellas. Otros acuerdos similares delimitaron zonas de influencia en Asia y especialmente en China, donde se llegó a diseñar un plan para desmembrar el país, que no pudo llevarse a cabo al desatarse la Primera Guerra Mundial.

Sin embargo, los acuerdos no acabaron por eliminar completamente las fricciones entre las potencias. A finales del siglo XIX, se sucedieron las disputas por determinados puertos y fronteras cuya delimitación no estaba clara, sobre todo en África. Ejemplos de esto son el incidente de Fachoda entre franceses y británicos, las disputas germano-portuguesas por el puerto mozambiqueño de Kionga, el ultimátum lanzado por los ingleses contra la expansión portuguesa en Zambia y la polémica desatada entre franceses, británicos, alemanes y españoles por el dominio de Marruecos.

Los Estados Unidos, que no participaron en el reparto de África ni de Asia, fijaron su área de expansión inicial en la región del Caribe y, en menor medida, en el Pacífico, donde su influencia ya se había dejado sentir en Hawái y Japón. Tanto en una zona como en otra se encontraban valiosas colonias españolas (Cuba y Puerto Rico en el Caribe, Filipinas, las Carolinas y las Marianas en el Pacífico) que resultarían una presa fácil debido a la fuerte crisis política que sacudía su metrópoli desde el final del reinado de Isabel II. En el caso de Cuba, su fuerte valor económico, agrícola y estratégico ya había provocado numerosas ofertas de compra de la isla por parte de varios presidentes estadounidenses (John Quincy Adams, James Polk, James Buchanan y Ulysses Grant), que el gobierno español siempre rechazó. Cuba no sólo era una cuestión de prestigio para España, sino que se trataba de uno de sus territorios más ricos y el tráfico comercial de su capital, La Habana, era comparable al que registraba en la misma época Barcelona.

A esto se añade el nacimiento del sentimiento nacional en Cuba influido por las revoluciones francesa y estadounidense, el nacimiento de una burguesía local y las limitaciones políticas y comerciales impuestas por España que no permitía el libre intercambio de productos, fundamentalmente azúcar de caña, con los EE. UU. y otras potencias. Los beneficios de la burguesía industrial y comercial de Cuba se veían seriamente afectados por la legislación española. Las presiones de la burguesía textil catalana habían llevado a la promulgación de la Ley de Relaciones Comerciales con las Antillas (1882) y el Arancel Cánovas (1891), que garantizaban el monopolio del textil barcelonés gravando los productos extranjeros con aranceles de entre el 40 y 46%, y obligando a absorber los excedentes de producción. La extensión de estos privilegios en el mercado cubano asentó la industrialización en Cataluña durante la crisis del sector en la década de 1880, soslayando sus problemas de competitividad, a costa de los intereses de la industria cubana, lo que fue un estímulo esencial de la revuelta.

La primera sublevación desembocaría en la Guerra de los Diez Años (1868 - 1878) bajo la dirección de Carlos Manuel de Céspedes hacendado del oriente de Cuba. La guerra culminó con la firma de la Paz de Zanjón, que no sería más que una tregua. Si bien este pacto hacía algunas concesiones en materia de autonomía política y pese a que en 1880 se logró la abolición de la esclavitud en Cuba, la situación no contentaba completamente a los cubanos debido a su limitado alcance. Por ello los rebeldes volvieron a sublevarse de 1879 a 1880 en la llamada Guerra Chiquita.

Por otra parte, José Martí, escritor, pensador y líder independentista cubano, fue desterrado a España en 1871 a causa de sus actividades políticas. Martí en un principio tiene una posición pacifista, pero con el pasar de los años su posición se radicaliza. Es por esto que convoca a los cubanos a la guerra necesaria por la independencia de Cuba. Con tal fin crea el Partido Revolucionario Cubano bajo el cual se organiza la Guerra del 95.

La escalada de recelos entre los gobiernos de EE. UU. y España fue en aumento, mientras en la prensa de ambos países se daban fuertes campañas de desprestigio contra el adversario. En América se insistía una y otra vez en la valentía de los héroes cubanos, a los que se mostraba como unos libertadores luchando por liberarse del yugo de un gobierno y un país que era descrito como tiránico, corrupto, analfabeto y caótico. Por su parte, los españoles, que no tenían ninguna duda de la intención de EE UU. por anexionarse la isla, dibujaban a unos hacendados avariciosos y arrogantes, sostenidos por una nación de ladrones indisciplinados, sin historia ni tradición militar, a los que España debería dar una lección.

Cada vez parecía más inminente el desencadenamiento del conflicto entre dos potencias que otros países consideraban de segunda: una impetuosa, joven y todavía en desarrollo, que buscaba hacerse un hueco en la política mundial a través de su economía creciente, y otra vieja, que intentaba mantener la influencia que le quedaba de sus antiguos años de gloria. Los líderes estadounidenses vieron en la disminuida protección de las colonias, producto de la crisis económica y financiera española, la ocasión propicia de presentarse ante el mundo como la nueva América, la nueva potencia mundial, con una acción espectacular. De hecho esta guerra fue el punto de inflexión en el gran ascenso de la nación estadounidense como poder mundial, pero para su antagonista significó la acentuación de una crisis que no se resolvería hasta la segunda mitad del siglo XX, cuando España finalmente logra recomponerse.

Bibliografía:


Dahiana A. Rosales H.
CI. 19.359.141
CRF

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