domingo, 9 de enero de 2011

Álamo

 El Asedio
Sitio

En la madrugada del 23 de febrero, los habitantes de Béjar comenzaron a huir de sus hogares por temor a la inminente llegada del ejército mexicano. A pesar de no estar convencido de los informes, Travis situó a un soldado en el campanario de la Catedral de San Fernando —la ubicación más alta en la ciudad— para estar alerta por si se acercaba alguna fuerza enemiga. A continuación, envió al capitán Philip Dimitt y al teniente Benjamin Noble para que actuaran de escuchas e investigaran el sitio donde se hallaban estacionadas las tropas mexicanas. Aproximadamente a las 2:30 p. m., el campanario comenzó a sonar; el soldado que se hallaba ahí afirmó que había visto luces a una cierta distancia. Debido a que Dimitt y Noble ya no regresaron, Travis envió al Dr. James Sutherland y a John W. Smith a caballo para explorar el área. Smith y Sutherland reconocieron a algunos miembros de la caballería mexicana a 1,5 millas (2 km) de la ciudad, y acto seguido regresaron a Béjar.

Para entonces, habían aproximadamente 154 soldados texanos en El Álamo, mientras que otros 14 elementos efectivos se hallaban en el hospital. Se sabe con certeza que todos los anteriores no estaban preparados para la llegada de las tropas mexicanas, e inclusive no tenían siquiera alimentos en la misión. Debido a esto, se apresuraron a pastorear el ganado en El Álamo, y a hurtar comida de algunas casas abandonadas cercanas. Al final, obtuvieron suficiente carnes de res y granos para subsistir al menos por un mes en la guarnición. Por otra parte, en la fortaleza contaban con una gran cantidad de mosquetes mexicanos capturados, y más de 19 000 cartuchos de papel, sin embargo solamente había una provisión limitada de pólvora para la artillería. Varios miembros de la guarnición se dieron a la tarea de desmantelar el taller de artillería de Antonio Saez y transportar gran cantidad del material a El Álamo. Algunos cuantos miembros que habían estado viviendo en la ciudad trajeron a sus familias con ellos una vez que llegaron los informes del posible sitio en El Álamo. Entre ellos estaban Almaron Dickinson —quien trajo consigo a su esposa Susanna y a su pequeña hija Angelina— y Bowie —quien se hallaba en compañía de las primas de su difunta esposa, Gertrudis Navarro y Juana Navarro Alsbury, así como el joven hijo de Alsbury—.

Mientras la mayor parte de la guarnición se preparaba para el ataque, unos pocos texanos permanecieron en Béjar y levantaron una bandera en medio de la Plaza Militar. Según el historiador J. R. Edmondson: «La bandera era una variación de la bandera tricolor mexicana, con dos estrellas, que representaban a los estados separados de Coahuila y Texas, y que resaltaban en la barra central de color blanco». Aproximadamente una hora después, arribó a Béjar la primera parte de la caballería mexicana, comandada por el coronel José Vicente Miñón. Tras esto, los texanos bajaron su bandera y la llevaron a El Álamo.

A medida que la caballería mexicana se acercaba, Travis envió a un hombre apellidado Johnson para que le pidiera al coronel James Fannin, radicado a 100 millas (161 km) al sur, que enviara refuerzos de inmediato. Luego, Travis envió a Smith y a Sutherland a que le llevaran un mensaje al alcalde de Gonzales, a 70 millas (113 km) de ahí. La nota decía lo siguiente: «El enemigo está a la vista. Queremos hombres y provisiones. Envíenlas a nosotros. Tenemos 150 hombres y estamos determinados a defender a El Álamo hasta el final».
Al caer la tarde, Béjar se hallaba ocupada por unos 1500 soldados mexicanos. Rápidamente, las tropas mexicanas levantaron una bandera de color rojo sangre, que significaba «sin cuartel», y poco después hicieron sonar una corneta como solicitud para parlamentar. Travis ordenó entonces que dispararan el cañón más grande de El Álamo, y el ejército mexicano respondió con el disparo de cuatro bolas de 7 pulgadas desde obuses; las bolas golpearon el interior de la guarnición, pero no causaron daños ni heridas. Creyendo que Travis había actuado de forma precipitada, Bowie envió a Jameson para que se encontrara con Santa Anna. Jameson llevaba consigo una carta dirigida al «Comandante de las fuerzas invasoras en Béjar» y firmada por el «Comandante de las fuerzas voluntarias de Béjar». Furioso de que Bowie se presentara a si mismo como su igual, el general mexicano se rehusó a encontrarse con Jameson. De acuerdo a Almonte, Jameson pedía una rendición honorable pero Bartres, al contrario, pedía la rendición de los invasores. Travis se molestó al enterarse de que Bowie había actuado unilateralmente así que envió a su propio representante; este recibió la misma respuesta. Dadas las circunstancias, Bowie y Travis se pusieron de acuerdo para volver a disparar el cañón mutuamente.

"Le respondo a usted que, de acuerdo a órdenes de su Excelencia, el ejército mexicano no puede llegar a un acuerdo bajo ninguna condición con los extranjeros rebeldes para los que no hay ningún otro recurso, si quieren salvar sus vidas, que el de ponerse inmediatamente a disposición del Gobierno Supremo, del cual sólo se puede esperar clemencia después de tomar en cuenta algunas consideraciones. "

Respuesta de José Bartres a las peticiones texanas de una rendición honorable, tal y como se halla citada en el diario de Juan Nepomuceno Almonte.
Para el tiempo en que los diálogos habían acabado ya estaba anocheciendo, y el fuego había cesado. Esa tarde, los mexicanos erigieron una batería cerca de la casa de Juan Martín de Veramendi, gobernador de Coahuila y Texas entre 1832 y 1833. Santa Anna envió también a la caballería del general Ventura Mora para que vigilara las zonas norte y este de El Álamo, y prevenir el arribo de refuerzos texanos. Según Edmondson, los texanos enviaron a un pequeño grupo para buscar comida y provisiones esa tarde. Poco después, éste regresó con seis mulas de carga y un prisionero —un soldado mexicano que luego sería usado para interpretar los toques de corneta mexicanos—. Los texanos recibieron un refuerzo esa noche, cuando uno de los hombres de Seguin, Gregorio Esparza, llegó con su familia a la guarnición. Los centinelas texanos se rehusaron a abrirles la puerta, así que tuvieron que escalar a través de la ventana de la capilla para entrar a El Álamo. Varios otros soldados texanos fueron incapaces de regresar a la fortaleza; Dimitt y Noble, que recibieron el encargo de vigilar si el ejército mexicano se acercaba, fueron informados por un colono de que Béjar ya se encontraba rodeada, así que no podrían ingresar al pueblo de nueva cuenta. Finalmente, Andrew Jackson Sowell y Boyd Lockhart salieron esa mañana para buscar provisiones, y al escuchar que El Álamo ya estaba sitiado, decidieron volver a sus casas en Gonzales.


Una bandera similar a esta fue izada en la Plaza Militar de Béjar para desafiar a las tropas mexicanas. Las dos estrellas en la barra central representaban a Coahuila y Texas como dos estados separados.


Combates

Al llegar las tropas mexicanas a San Antonio las fuerzas texanas se atrincheraron en la misión de El Álamo utilizando algunas casas de sus cercanías como puestos de defensa avanzada. Tras rechazar Travis la invitación de Santa Anna a la rendición, comenzaron los combates.

El asedio se desarrolló según las tácticas militares de la época: con el inicio del sitio los atacantes fueron atacando las posiciones avanzadas texanas y desalojando a los defensores, que quemaron las granjas y casas aisladas y se encerraron dentro de los muros de la fortaleza. Posteriormente las fuerzas mexicanas fueron avanzando progresivamente bajo el fuego de la artillería de los defensores y estableciendo posiciones sucesivas cada vez más cercanas a los muros de la misión, cavando trincheras y reductos en los que emplazaban la artillería propia, de forma que iba batiendo las defensas con creciente eficacia. Mediante un bombardeo continuo y varios amagos de asalto se mantenía la tensión de la guarnición defensora mientras se la iba desgastando, al tiempo que se desmontaban sus cañones y se creaban brechas por las que realizar el asalto final.

En la madrugada del 6 de marzo unos 1200 soldados mexicanos divididos en cuatro columnas atacaron la fortificación de forma simultánea por los cuatro puntos cardinales. Algunos historiadores afirman que ganaron los muros en el primer asalto, mientras que otros hablan de dos oleadas. En cualquier caso, los defensores no pudieron mantener un perímetro tan amplio durante mucho tiempo, y los atacantes penetraron en el interior de la guarnición dando muerte a todos los defensores.

Entre las fuerzas texanas solamente dos hombres (el texano-mexicano Brígido Guerrero y el texano-estadounidense Henry Warnell) habían abandonado la misión en los días anteriores, durante el asedio. El resto de ellos murieron en la batalla, aunque su número no se ha llegado a cuantificar de forma definitiva (entre 184 y 257, según las fuentes). Los civiles no combatientes (mujeres, niños y esclavos) que no murieron accidentalmente debido a los combates fueron respetados y se les permitió marchar libremente. El propio Santa Ana exageró la cifra asegurando que en la batalla mato 600 rebeldes, aun cuando su propio secretario reconocería después que era una exageración.

Aunque muchas fuentes estadounidenses describen una defensa a muerte "hasta el último hombre", existen referencias de la época y otras aparecidas con posterioridad que hablan de un pequeño grupo de defensores (alrededor de la media docena) que se rindieron o fueron capturados vivos y que fueron ejecutados por orden expresa de Santa Anna, ya que antes del ataque había ordenado el toque a degüello. En cualquier caso, no cabe duda de que en la enfermería de la misión debía haber enfermos o heridos incapaces de combatir, además de los que cayeran heridos en el asalto final, y todos ellos murieron a manos de las tropas mexicanas, no se sabe si en el curso del asalto o ejecutados con posterioridad.

El número de bajas mexicanas ha sido origen de mucha controversia. Algunas fuentes estadounidenses hablan de hasta 900 muertos y heridos, una cifra muy elevada que se basa además en simples estimaciones, mientras que otras fuentes mexicanas las reducen a 60 muertos y 250 heridos, basándose en el parte de Santa Anna. Este último dato tampoco parece fiable: parece que Santa Anna sólo se refería al asalto final, y es muy posible que redujera el número de bajas propias por motivos de propaganda. Muchos historiadores estiman cifras de bajas de alrededor de 600 hombres entre muertos y heridos, contando tanto el asalto final como las que se produjeron durante el asedio.

Acontecimientos Posteriores

Santa Anna avanzó hacia el interior de Texas y dividió a sus fuerzas en varias columnas para derrotar definitivamente a las diversas fuerzas texanas e intentar capturar al gobierno provisional rebelde. Él mismo avanzó con 700 hombres y un solo cañón (para no retrasar el avance), en persecución de Sam Houston, que se retiraba hacia el este con unos 800 hombres. El 21 de abril las tropas mexicanas, que habían sido reforzadas por otra columna de 500 hombres, estaban acampadas cerca del río San Jacinto. No habían dispuesto unidades de exploración ni defensas avanzadas, por lo que fueron sorprendidos por el repentino asalto de los hombres de Houston que deshizo la defensas en el primer choque, provocando la desbandada de las tropas. El resultado más trascendente de la batalla de San Jacinto fue la captura del general y presidente mexicano Santa Anna, que firmó estando prisionero el Tratado de Velasco que supuso la retirada de las fuerzas mexicanas, la independencia de facto de Texas y el germen de la futura guerra entre México y Estados Unidos.

Mitos y hechos discutidos

Alrededor del la batalla de El Álamo se han tejido numerosos mitos y contramitos, a favor y en contra de texanos y mexicanos.

Desde el punto de vista militar la batalla fue una derrota de los texanos. Aunque muchas veces se ha afirmado que la defensa debilitó a las tropas mexicanas y permitió que Houston reuniera fuerzas suficientes, lo cierto es que Santa Anna nunca anduvo escaso de tropas tras la batalla, y de hecho las dividió en varias columnas para poder avanzar con mayor rapidez y alcanzar varios objetivos simultáneos. El resultado de la batalla de San Jacinto se debió a la falta de previsión de los mandos del ejército mexicano a la hora de vigilar los movimientos de un enemigo cercano, y sus consecuencias estratégicas no hubieran sido las mismas de no haber resultado capturado en ella Santa Anna. Ninguno de estos hechos tuvo nada que ver con la resistencia en El Álamo la cual en realidad fue sólo una batalla más en el transcurso de la campaña.

Por otro lado, no debe interpretarse que los defensores estuvieran realizando una misión suicida, pues hasta el final del asedio confiaron en que les llegaran los refuerzos que tan vehementemente estuvieron solicitando (una tropa de 300 hombres intentó socorrerles desde Goliad, pero tuvo que regresar apenas emprendido el camino). Pero eran conscientes de que en caso de ser derrotados las tropas enemigas probablemente no harían prisioneros, y aun así decidieron resistir en la posición sin huir ni abandonarla.

Respecto a la muerte de los heridos y los presuntos prisioneros capturados, según las costumbres de la época no se podía considerar un crimen de guerra pues los vencedores podían negarse a dar cuartel a aquellas tropas que, intimadas a rendirse, se hubieran negado a hacerlo (se trataba de desalentar así las resistencias a ultranza). Sin embargo, ejecutar a los supervivientes capturados y, sobre todo, a los enfermos y heridos, se consideraba una medida cruel y poco honrosa, y de hecho las fuentes mexicanas de la época apenas hacen referencia a ello, salvo para condenarlo.

Sam Houston recibió muchas críticas por parte de sus adversarios internos por no haber acudido a rescatar o ayudar a los defensores del Álamo. Sin embargo, él había ordenado la evacuación de la posición por considerarla indefendible (la orden no fue obedecida por Neill), y consideraba que acudiendo con su ejército a enfrentarse en campo abierto con un ejército superior en número y armamento sólo conseguiría la destrucción de sus tropas, y que lo mejor era evitar el enfrentamiento hasta vislumbrar una aceptable posibilidad de victoria.

Todas las fuentes coinciden en que Travis murió combatiendo, mientras que Bowie pudo morir de enfermedad o cosido a bayonetazos en su lecho de la enfermería, según unas u otras fuentes. También existe polémica por la muerte del explorador y político David Crockett, que murió combatiendo según la versión estadounidense, mientras que los historiadores mexicanos tienden a considerar que fue uno de los hombres que se rindieron o fueron capturados al final del asedio, y a los que se fusiló por orden de Santa Anna. Buena parte de esta segunda versión proviene de los diarios del teniente coronel De La Peña, aparecidos a principios del siglo XX y cuya autenticidad todavía está sometida a debate

Bibliografía:

http://es.wikipedia.org/wiki/Batalla_de_El_%C3%81lamo
CI. 19359.141
CRF

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