domingo, 9 de enero de 2011

Armas Nucleares

 
El día 12 de septiembre de 1933, seis años antes del descubrimiento de la fisión y sólo siete meses después del descubrimiento del neutrón, el físico húngaro Leó Szilárd descubrió que era posible liberar grandes cantidades de energía mediante reacciones neutrónicas en cadena. El 4 de julio de 1934, Szilard solicitó la patente de una bomba atómica donde no sólo describía esta reacción en cadena neutrónica, sino también el concepto esencial de masa crítica. La patente le fue concedida, lo cual convierte a Leo Szila d en el inventor de la bomba atómica. No la patentó en provecho propio, sino precisamente para prevenir que otros la construyeran: fue el primer intento de no-proliferación de la Historia. Al obtener la patente, se la ofreció como regalo a la embajada del Reino Unido confiando en que la caballerosidad británica evitaría que su invento fuese mal empleado alguna vez; en esencia, sólo aceptaba que fuera usada contra los nazis si estos la desarrollaban por su cuenta. En febrero de 1936, el Almirantazgo Británico aceptó el terrible regalo.

Szilard también concibió los aceleradores lineales, el ciclotrón, el microscopio electrónico y, en un periódico de 1929, describió el bit como unidad básica de información. Además, defendió toda su vida que los científicos eran moralmente responsables de las consecuencias de su trabajo. Pese a participar en el Proyecto Manhattan, en cuanto se dio cuenta de que el proyecto de la bomba atómica nazi no era viable se opuso con todas sus fuerzas al uso de estas armas contra Japón o contra cualquier otro país. Estas firmes creencias éticas le convertirían en un hombre atormentado que luchó el resto de sus días, desde múltiples ambientes científicos y políticos, contra su obra maestra: las armas nucleares.

En noviembre de 1938, la física alemana Lise Meitner logró identificar trazas de bario en una muestra de uranio. La presencia de este elemento sólo se pudo explicar asumiendo que se había producido una fisión nuclear. Como Meitner era también judía, y de hecho estaba ya planteándose abandonar el país —lo que haría poco después—, el descubrimiento se lo adjudicó Otto Hahn, su compañero de equipo, en la revista Naturwissenschaften, el Scientific American de la Alemania nazi. En enero de 1939, Niels Bohr redescubriría la fisión en los Estados Unidos. Y aquí entra otro personaje esencial en esta historia:

El físico teórico e ingeniero Julius Robert H. Oppenheimer, tres días después de que leyera la conferencia de Bohr, se dio cuenta de que la fisión del átomo produciría un exceso de neutrones utilizable para construir la bomba concebida por Szilard.

Este neoyorquino diplomado por Harvard y doctorado en Alemania creó desde su cátedra de Berkeley la primera hornada de grandes físicos nucleares norteamericanos. Por su enorme prestigio científico se le adjudicaría la dirección del Proyecto Manhattan en 1941, después de que Einstein —otro judío— mandase la famosa carta a Roosevelt del 02/08/1939 donde escribió «en el curso de los pasados cuatro meses, se ha hecho posible —a través del trabajo de Joliot en Francia y de Fermi y Szilard en América— provocar una reacción nuclear en cadena en una gran masa de uranio, que produciría grandes cantidades de energía y nuevos elementos del tipo del radio, en el futuro inmediato [...] Una sola bomba de este tipo, transportada en un barco y detonada en un puerto, podría muy bien destruir el puerto entero junto con una buena parte del territorio circundante [...] Alemania ha dejado de vender mena de uranio de las minas checoslovacas [...] y el hijo del subsecretario de estado von Weizsächer ha sido contratado por el Instituto Kaiser-Wilhelm de Berlín donde se está repitiendo parte del trabajo americano sobre el uranio».

Como se puede ver, en los albores de la Segunda Guerra Mundial las principales potencias de su tiempo —Estados Unidos, Reino Unido, Francia y Alemania— estaban puestas al día de todos los progresos de la física atómica, de la posibilidad de construir una bomba de fisión y en todas ellas estaban trabajando de un modo u otro en ello. Sobre todo los americanos en diversas universidades (incluyendo a Fermi, con su pila atómica), los franceses en París y los alemanes en el Kaiser-Wilhelm-Institut de Berlín. Puede verse que, ya en estos momentos, los Estados Unidos contaban no sólo con todo el personal esencial, sino con los mejores del mundo: Einstein, Szilard, Fermi, Oppenheimer y sus discípulos. Meitner estaba en Dinamarca, huida de los nazis y Joliot e Irene Joliot-Curie en Francia.

Durante la Segunda Guerra Mundial

Fue por estas fechas cuando, ante la evidencia de lo que podía ocurrir, todos los países decretaron secreto todo lo relacionado con la fisión nuclear y la bomba atómica. Al ocurrir esto, se crearon tres programas distintos: uno anglonorteamericano, otro francés y otro alemán.

El programa francés

El programa nuclear francés, en un estado aún muy temprano, fue abortado cuando los alemanes ocuparon el país. Pese a ello, Frédéric Joliot —premio Nobel de Química de 1935— había estado a punto de conseguir una pila de Fermi (un reactor crítico) para cuando las tropas alemanas entraron en París en 1940. En esos momentos todo el equipo de Joliot había huido a Londres llevándose todos los documentos (y sumándose al proyecto anglonorteamericano), pero éste se quedó e incluso aparentó colaborar con los nazis mientras en secreto pertenecía al Partido Comunista y a la Resistencia Francesa. Gracias a eso, el ciclotrón francés nunca pudo llegar a ser utilizado con eficiencia por los alemanes.

El programa anglonorteamericano

Diez días después de recibir la carta de Einstein, Roosevelt convocó el primer Comité de Consejeros sobre el Uranio. Al principio, tampoco en Estados Unidos tenían mucha fe en el proyecto. Por ello, los principales avances se realizaron en el Reino Unido, y en particular el análisis teórico de la fisión rápida en el U-235 ejecutado por los expatriados alemanes Frisch y Peierls. Tan convincente fue este análisis, que el gobierno inglés convocó rápidamente el llamado Comité MAUD, que ya en diciembre de 1940 había recomendado la difusión gaseosa como el método más prometedor para enriquecer uranio.

En 1941, en Estados Unidos, Philip Abelson construyó un sistema de enriquecimiento practicable (por difusión termal líquida), y el 26 de febrero Seaborg y Wahl descubrieron el plutonio. A principios de marzo, los científicos anglonorteamericanos ya sabían de qué masa habría de ser la masa crítica postulada por Szilard. Y en julio, el plutonio se demostró como un material fisible mucho mejor que el uranio, y el comité MAUD completó su informe final, describiendo la ingeniería de una bomba atómica con cierto detalle técnico. El 3 de septiembre de 1941, Churchill y los Jefes de Estado Mayor se pusieron de acuerdo para construir una bomba atómica. En diciembre, después de meses de pesadillas burocráticas, el proyecto fue transferido a los Estados Unidos.

En enero de 1942, los trabajos de Enrico Fermi con grafito y uranio fueron declarados secretos. Y se estableció un proyecto llamado S-1, dirigido por Arthur H. Compton. Pero para aquel entonces, el núcleo de científicos que configurarían el Proyecto Manhattan ya estaba teniendo conversaciones. A finales del mes, Fermi completó el primer reactor nuclear crítico operacional.

A mediados de 1942, se hizo evidente que este era un proyecto de escala industrial. Por fin, el 18 de junio de 1942, el Brigadier General Steyr ordenó al coronel James Marshall que organizara un distrito del Cuerpo de Ingenieros del Ejército para centralizar todos estos trabajos y consolidar el desarrollo de la bomba. Marshall organizó este distrito con un nombre deliberadamente engañoso: fue el Distrito de Ingenieros de Manhattan (nunca hubo ninguna unidad de ingenieros ubicada en Manhattan, Nueva York), al que la historia recuerda como Proyecto Manhattan y que fue dirigido por Oppenheimer.

Ocasiones en que se estuvo a punto del inicio de una guerra nuclear

Además de la Crisis de los misiles de Cuba, ocasionada en respuesta al despliegue estadounidense de misiles en Turquía y a la invasión de Bahía de Cochinos, ha habido al menos otras cinco ocasiones en las que los sistemas de guerra nuclear de alguna superpotencia han entrado en alerta.

El incidente de la cinta equivocada (Estados Unidos)

Poco antes de las 9 de la mañana del 9 de noviembre de 1979, los ordenadores del NORAD en Monte Cheyenne, el Mando Nacional Militar del Pentágono y el Mando Alternativo Nacional Militar en Fort Ritchie (Maryland) notificaron súbitamente la existencia de un ataque nuclear soviético masivo de la categoría MAO-3.

Todo el sistema de represalia nuclear se puso en marcha, todas las prealertas se transmitieron, los bombarderos despegaron, la defensa civil llegó a activarse. Sin embargo, los datos procedentes de los satélites y de los radares por línea directa no coincidían, no veían ningún misil soviético mientras los ordenadores aseguraban que había al menos 300 dirigiéndose a toda velocidad hacia los Estados Unidos.

La cordura se impuso y no se produjo ninguna represalia, ni siquiera cuando los ordenadores comenzaron a notificar impactos en el territorio continental de los Estados Unidos. A esas alturas, ya era evidente que se trataba de alguna clase de fallo informático. En efecto, unas horas después se comprobó que alguien había introducido inadvertidamente una cinta de entrenamiento como fuente de datos del ordenador central de la red de análisis de amenazas. Se da la circunstancia de que por aquella época se estaba considerando la posibilidad de computarizar completamente el sistema de represalia nuclear, especialmente después que, en unas maniobras "realistas" casi el 50% de la fuerza de los ICBM estadounidenses no despegara debido a problemas de conciencia de los operadores de los silos.

El incidente del chip defectuoso (Estados Unidos)

El 3 de junio de 1980, menos de un año después del anterior, los centros de mando norteamericanos recibieron otro aviso de que había un ataque nuclear soviético en marcha. Sin embargo, esta vez el ataque no parecía obedecer a ninguna lógica consistente, y además a veces los ordenadores decían que había 200 misiles soviéticos en el aire, luego que ninguno, luego otra vez que 200, y las cifras no coincidían en los distintos puestos de mando.

Esta vez no se lo tomaron tan en serio y prestaron inmediatamente atención a los datos directos de los radares y los satélites, viendo que no había ningún ataque en curso. Se determinó luego que un chip defectuoso en uno de los ordenadores había ocasionado la falsa alarma. Este incidente no trascendió a la opinión pública hasta muchos años después.

El incidente del equinoccio de otoño (URSS)

El sistema ruso de satélites de alerta temprana OKO funciona de manera distinta al DSP estadounidense. Mientras el estadounidense enfoca directamente al suelo, el ruso tiene una órbita especial, similar a la de los satélites de telecomunicaciones Molniya, que enfoca a la línea del horizonte, para detectar a los misiles conforme asciendan sobre la misma. A este tipo de órbitas polares, que se aproximan bastante a la Tierra en el hemisferio sur y se alejan de ella en el Norte, se les denomina genéricamente "órbitas Molniya". De esta manera, con un solo satélite se puede cubrir mucho más espacio y además es más difícil que reflejos o artefactos propios de la superficie o de la atmósfera terrestre produzcan falsas alarmas. Este método es mejor, más económico, más ingenioso y más difícil de inutilizar que el estadounidense.

Sin embargo, el 26 de septiembre de 1983, sólo 25 días después del derribo del Jumbo surcoreano por las Fuerzas Aéreas Soviéticas, con la dirigencia de la URSS aún convencida de que se trataba de un avión espía o de "tanteo de defensas", los satélites OKO detectaron súbitamente el lanzamiento de numerosos ICBM norteamericanos contra la Unión Soviética. Nada de análisis de los ordenadores: los satélites detectaban genuinas trazas térmicas de alta temperatura ascendiendo sobre el horizonte, y los ordenadores identificaron cinco de ellas como correspondientes a misiles balísticos intercontinentales Minuteman sin duda alguna.

Pues pese a todas estas evidencias, el teniente coronel Stanislav Petrov, del GRU (inteligencia militar soviética), en esos momentos al mando de Serpukhov-15 (centro de mando de la inteligencia militar soviética desde donde se coordina la defensa aeroespacial rusa) mantuvo la sangre fría y se negó a dar la alerta. Cuando le preguntaron después por qué no lo hizo, contestó simplemente: "la gente no empieza una guerra nuclear con sólo cinco misiles".

Resulta que aquel día se había producido una rara conjunción entre la red de satélites OKO, la Tierra y el Sol, coincidiendo con el equinoccio de otoño: el Sol se elevó sobre el horizonte en un ángulo tal que coincidía con el área tangencial de cobertura de todos los satélites que vigilaban los emplazamientos norteamericanos de misiles, y esto produjo en sus sensores señales térmicas espurias. Este efecto estaba previsto por los diseñadores del sistema, pero no está claro si Petrov era conocedor del mismo o no.

El incidente del cohete noruego (Rusia)

Al amanecer del 25 de enero de 1995 los noruegos -país miembro de la OTAN- lanzaron un cohete suborbital noruego-estadounidense para el estudio de las auroras boreales y otros fenómenos electromagnéticos de altas latitudes llamado Black Brant XII, con apogeo a 930 km de altitud. Noruega tiene un pequeño programa espacial propio de tipo científico, pero este cohete era de largo el más grande que habían lanzado nunca, y de hecho tenía dimensiones parecidas a las de un ICBM, con lo que su reflexión radárica y su marca térmica debían ser parecidas. El gobierno noruego ha defendido siempre que notificaron el lanzamiento a Rusia con antelación, pero en el caos social, político y económico que se vivía en la Rusia de Borís Yeltsin es probable que esta notificación no alcanzara a sus destinatarios. Entre ellos, precisamente, el Departamento de Observación del Centro de Seguimiento de Lanzamientos Espaciales del GRU en Serpukhov-15 y el Mando de las Fuerzas Espaciales en Moscú.

Este lanzamiento -que pasaba lejos de las fronteras rusas- fue inmediatamente detectado por los satélites OKO y los radares de descubierta de largo alcance LPAR y Duga y Daryal y hasta por muchos radares de la defensa antiaérea convencional. Probablemente los ordenadores de Serpukhov-15 debieron catalogarlo inmediatamente como un ICBM, y efectivamente dos minutos después toda la fuerza nuclear rusa estaba en prealerta, con los planificadores de guerra reasignando blancos para aniquilar Noruega. No obstante, conforme los satélites y los radares confirmaban que no había más lanzamientos y que la trayectoria del cohete no coincidía con un lanzamiento contra Rusia, el proceso de represalia quedó suspendido. En torno al tercer minuto los especialistas de inteligencia espacial de Serpukhov-15 y de Moscú ya sabían con toda certeza que no estaban asistiendo al compás de apertura de la Tercera Guerra Mundial. No obstante, y hasta que se intercambiaron las explicaciones oportunas, el sistema permaneció en prealerta (unas 48 horas).
De todos los incidentes que han estado a punto de desencadenar una guerra termonuclear, éste es el único en el que había un cohete en el aire, si bien no era un misil balístico ni tenía carácter militar alguno.

Bibliografía:

 
Dahiana A. Rosales H.
CI. 19.359.141
CRF

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